En los tiempos que corren, con el volumen tan alto de vehículos circulando, la velocidad a la que se circula y la complejidad del tráfico, tener una distracción adicional que nos exige fijarnos en pequeños detalles extra del entorno (¿hay algún perro en las proximidades?) tan sólo ayuda a incrementar nuestros niveles de estrés y a estar siempre al filo de un sobresalto (o un accidente). Así que, si nuestro perro se comporta de ese modo cuando viaja en coche, lo mejor será que seamos conscientes del problema y nos esforcemos por solucionarlo antes de que la situación se complique.
CAUSAS
Por lo general, este tipo de comportamientos del perro se debe a:
■ Altos niveles de excitabilidad.
Nuestro perro anticipa el destino final (el parque) y no es capaz de controlarse.
Por ejemplo, perros que ladran desde el coche a otros perros, en las proximidades de la zona de suelta, cuando estamos rodeados de zona verde o boscosa, nuestro perro se encuentra en una situación de alta excitabilidad anticipando la suelta. En muchas ocasiones, éste es el origen del problema, que luego termina por generalizarse a otras situaciones cotidianas, nuestro perro se encuentra en un estado de alto nivel de excitabilidad y cualquier estímulo adicional dispara su reacción, ladra para aliviar sus altos niveles de estrés confiado en que eso ayude a resolver la situación (tal vez en la creencia o convicción de que se llega antes al destino final, los otros perros se alejan, etcétera).
■ Aprensión. Inseguridad, ante la imposibilidad de salir corriendo, restringido en la parte trasera del vehículo, la única posibilidad que le queda es «defenderse», avisar de su presencia, tratando de marcar una distancia de seguridad y anunciando su disposición a defenderse si se ve obligado a ello. En ocasiones, este comportamiento es fruto de una pobre socialización y pobre habituación a otros perros en la etapa de cachorros o tal vez a alguna mala experiencia con congéneres en la etapa adulta.
■ Nerviosismo. Típico en aquellos perros con un alto grado de reactividad ante los estímulos del entorno. Son perros que ante cualquier pequeña alteración del entorno se activan, hasta con una mosca volando, y el viaje en coche supone un bombardeo de estímulos que se suceden a gran velocidad, en un corto espacio de tiempo, mucho más de lo que pueden soportar sus nervios, así que todo se va acumulando y al final toda esa presión tiene que salir y se dispara ante la presencia de los perros que ve en el exterior.
■ Protectividad y/o caza. Siente su espacio invadido por el acercamiento de otros perros, «se percata» de que al ladrarles cuando están demasiado cerca consigue que perciban su error y se alejen (a la misma velocidad que se habían acercado, salvo que tengamos la mala suerte de que el semáforo esté en rojo). Las presas potenciales se mueven a mayor velocidad y eso le estimula con más fuerza para iniciar la persecución, que tiene que aplazar por estar restringido, por lo que comienza a ladrar para avisarnos de que es el momento de salir.
■ Frustración, ve zonas verdes, otros perros y no puede alcanzarlos por lo que no es capaz de contenerse y comienza a ladrar «demandando» que nos demos prisa, que no aguanta más.
La gravedad del problema estará marcada por la frecuencia y la intensidad del comportamiento de nuestro perro, además de si el comportamiento se ha generalizado, lo ofrece en todas las salidas en coche o tan sólo en momentos puntuales o en zonas específicas.
PROBLEMAS QUE CAUSA
■ Irritabilidad del amo. Sacar al perro de paseo deja de ser un placer y se convierte en una tortura con muchos riesgos, por lo que lo más probable sea que el amo evite esa desagradable situación, dejando al perro en casa (en el mejor de los casos).
■ Daños en el vehículo, ventanillas, tapicería y cinturones, todo es susceptible de ser dañado o de romperse, con el descontrolado entusiasmo de nuestro perro.
■ Pérdida de concentración en la conducción. Las repentinas e inesperadas «explosiones» del perro con ladridos, saltos y arañazos en las ventanillas pueden llegar a sorprender y sobresaltar al conductor que puede, de forma instintiva, girar su cabeza, bien sea para dirigirse al perro o bien para tratar de localizar cuál es el motivo que ha desencadenado la reacción del perro en esta ocasión.
■ Posibles accidentes por pérdida de la atención y concentración en la conducción (consecuencia de lo anterior).

Foto: Arantxa Bozal Diago.
MODOS DE AFRONTAR LA SOLUCIÓN DEL PROBLEMA
■ Obediencia básica. Una vez más, este tipo de ejercicios ayudarán a que el propietario se sienta más cómodo.
■ Control de la excitabilidad. Reducir el ritmo de actividad. Nada de ejercicios vigorosos o energéticos (lanzar pelotas para que cobre o juegos en el parque durante horas con otros perros). Nada de lanzamiento de pelotas ni frisbies, o de canicross.
Todo será muy pausado, con numerosas paradas para descansar y contemplar el paisaje.
Con un todo de voz y una actividad general de calma y profundo relax.
■ Controlar la anticipación.
Realizar viajes frecuentes en coche con otros destinos menos estimulantes (que no sean siempre al parque se trata de reducir el nivel de excitabilidad del perro para lo que tendremos que hacer que los viajes le resulten aburridos, a zonas que son del agrado del perro, o bien que permanezca en el vehículo).
Aproximarse al parque o zona de suelta por rutas alternativas (aunque esto no siempre da los resultados esperados ya que el perro parece «ventear» y adivinar cuando estamos acercándonos).
■ Comportamientos incompatibles. Utilizar juguetes rellenos de comida para que lo que hay dentro del coche le resulte mucho más interesante y provechoso que lo que hay en el exterior. Además si nuestro perro porta en la boca un juguete le resultará más difícil ladrar.
■ Socialización y habituación con otros perros, de forma relajada, sin impaciencia. Es importante que lo hagamos de forma controlada, manteniendo la distancia a la que nuestro perro no se muestra reactivo ante otros perros.
Nuestro reto consiste en que el perro olvide las experiencias anteriores, que de algún modo le resultaron gratificantes (ladrar a otros perros inicialmente reducía su tensión acumulada aunque terminase por desquiciarlo) y aprenda un nuevo comportamiento aceptable para nosotros.
Para ello, tendremos que hacer numerosas repeticiones, salidas cortas en el vehículo sin que tenga la oportunidad, necesidad, ni posibilidad de ladrar por cosas que ocurren en el exterior. Necesitamos establecer y fijar nuevos recuerdos que sean más gratificantes.
CÓMO CORREGIRLO
Para lograrlo podemos ayudarnos de:
■ Jaula de transporte, que cubriremos con una manta o paño grande para lograr que el perro no reciba los estímulos visuales (otros animales en el exterior) que desencadenan su reacción. En el interior podemos colocar juguetes rellenos de comida para que pueda mordisquear y aliviar la tensión que le produce esa espera por llegar pronto al final del viaje (mordisquear «chicle» es un modo de aliviar la tensión).
■ Antifaz para perros, muy similar al que se utiliza en los caballos con altos niveles de reactividad. Está elaborado con una tela que permite pasar la luz y el perro puede ver las formas. Se consigue un aplacamiento del perro al disminuir el número de estímulos que recibe. Si el tamaño de nuestro coche no tiene capacidad para instalar la jaula de transporte, el antifaz es una alternativa a considerar.
■ Evitar juegos de lanzamiento de pelotas u otros juguetes que consolidan ese comportamiento de persecución, de los objetos que se mueven, en nuestro perro.
■ Un ayudante que viaje con nosotros y se encargue de atender al perro será de gran ayuda. Se esforzará por mantener ocupado y entretenido a nuestro perro en actividades incompatibles con mirar por la ventana y ladrar.
Es importante que nuestro ayudante esté centrado en atender a nuestro perro, anticipando posibles situaciones que puedan desencadenar la reacción, interpretar el lenguaje del perro para parar la reacción a los primeros síntomas.
Todo esto nos ayudará a controlar y reducir los estímulos que recibe nuestro perro y a disminuir su reactividad.

Una vez más, recordaremos que nuestros gritos y demás intentos desesperados de control (al volante en esta ocasión) no le enseñan nada al perro y tampoco nos ayudan a resolver el problema. Es posible que el dueño, inicialmente, se sienta mejor descargando de ese modo toda su frustración, pero a medio y largo plazo lo que hará será incrementar los niveles de irritabilidad y estrés, haciendo que toda la situación resulte más desagradable (lo que llevará a que el propietario se lo piense varias veces antes de llevar al perro en el coche para «disfrutar» juntos de un agradable paseo por el campo.