Las tribus que han dejado constancia de la utilización de perros con la espalda crestada han destacado las aptitudes de estos canes primitivos para la protección del poblado de las fieras que lo rondaban, además de para la guarda del ganado y la caza. Aquí comenzó una antigua selección basada en que los nativos consideraban que los ejemplares dotados de cresta eran los que mejor desempeñaban estas tareas, por lo que les otorgaban un trato especial y sólo criaban con ellos.
Todo esto llamó la atención de los europeos que llegaron a estas tierras. Los primeros fueron los portugueses, que desembarcaron en la actual Ciudad del Cabo en 1487. Casi dos siglos después, fueron los holandeses los que comenzaron su colonización, asentándose en Sudáfrica. Llevaron consigo a sus perros, pero muchos de ellos morían presa de las enfermedades transmitidas por los parásitos, los insectos, etcétera, de la zona, ante los que no tenían defensas. También morían a causa de picaduras de reptiles (serpientes sobre todo) a los que nunca habían visto y de los que no sabían defenderse.
La primera consecuencia de todo esto es que los europeos comenzaron a utilizar los perros autóctonos, en primera instancia aquellos perros antiguos, ganaderos, guardianes y cazadores, pero después comenzaron a cruzarlos con los ejemplares traídos de sus países de origen con la finalidad de obtener perros más eficientes en determinadas tareas.
Si tuviéramos que destacar a uno de estos colonos por la relevancia que sumó a la hora de patrocinar a los primeros perros que se convertirían en los predecesores del Rhodesian, Pert Peinar sería nuestro hombre. Cuando llegó a Sudáfrica para labrarse un futuro como granjero quedó prendado por los perros que allí encontró.
Le servían a la perfección para guardar sus tierras y para la caza de todo tipo de animales, tanto los que suministraban carne a su familia como las fieras que amenazaban la seguridad de sus animales domésticos. No tardó en comprar un macho y una hembra con los que comenzó su labor de cría. A partir de sus camadas comenzó a diseñar ese gran perro con enormes aptitudes para el rastreo y el acoso de sus presas.
Lo consiguió aportando el ADN de los sabuesos europeos, pero aún debía darle a sus perros un tamaño que les permitiera intimidar a los grandes felinos africanos, incluso a resistir sus envites o a asegurar la integridad de su dueño ante un posible ataque. Por esta razón, incluyó en este cóctel genético una parte de los mastines traídos del viejo continente, además de la evidente contribución del Dogo Alemán. De esta manera, consiguió sumar estas cualidades a la ya existente adaptación del antiguo perro de los khoi khoi al clima extremo sudafricano y al instinto de caza que estos perros llevaban mucho tiempo demostrando.
A partir de estos perros, otros colonos siguieron desarrollando la raza. Es el caso del reverendo Charles Helm, un misionero amante del mundo del perro que compró una pareja de los perros de la familia Peinar, pero los llevó al norte, a lo que hoy conocemos como Zimbabwe y que por aquel entonces se denominaba Rhodesia. En este entorno no resulta extraño que los más famosos exploradores y cazadores profesionales visitaran al reverendo para adentrarse, a partir de su Misión Hope Fountain, en el corazón de Rhodesia. Uno de ellos fue el famoso cazador y aventurero Cornelius Von Rooney, que quedó prendado de los perros de Helm. Ambos cruzaron sus respectivos perros y basaron su cría en la tan apreciada cresta de la espalda, atribuyéndole a los ejemplares que nacían con esta singularidad un mayor coraje, resistencia y efectividad en la