Su nombre no significa que es originario de la isla de Malta, ya que el adjetivo «maltés» proviene del vocablo semítico «málat»que quiere decir refugio o puerto; esta raíz semítica se encuentra en toda una serie de nombres de lugares marítimos como, por ejemplo, en el nombre de la isla adríatica de Méleda, en el de la ciudad siciliana de Melita y justamente también en el de la isla de Malta. Los ancestros de este pequeño perro vivían en los puertos de la ciudades marítimas del Mediterráneo central, en donde combatían a la ratas y ratones que pululaban en las tiendas portuarias y en las bodegas de los barcos; precisamente el hecho de que se encontrara en los puertos hizo que alcanzara las costas de los países mediterráneos más exóticos; tanto es así, que se han descubierto estatuas de perros semejantes a él en el antiguo Egipto. En su nomenclatura de los perros de la época, Aristoteles (384-322 a. de C.) menciona una raza de pequeños perros a los cuales atribuye en latín el nombre de «canes melintenses». Este perro era conocido en la antigua Roma como compañero preferido de las matronas y fue elogiado por Estrabón, poeta latino del siglo primero.
El Bichón Maltés aparece en representaciones de numerosos pintores del Renacimiento, en donde se le ve en los salones de la época acompañando a las más bellas damas de ese tiempo. Aunque siempre ha gozado de mucha popularidad en todo el mundo, es en Gran Bretaña y Estados Unidos donde tuvo mayor auge. Los primeros ejemplares llegaron a Gran Bretaña en el siglo XV, aunque los primeros registros datan del año 1841 con la llegada de una pareja de canes procedentes de Filipinas, cuyo destino era la corte de la reina Victoria; después de una travesía de nueve meses, llegaron en un estado lamentable, por lo que quedaron en posesión del capitán que los transporto. Fue un descendiente de estos perros el que llegó a manos de la reina. A Estados Unidos llegaron a mitad del siglo XIX, pero su popularidad fue después de la Segunda Guerra Mundial.
El Maltés es jovial, vivo y dinámico. La soledad es su enemigo emocional, hasta el punto de que su objetivo es pasar el mayor tiempo posible con la familia, lo que le lleva a buscar incansablemente las caricias de sus amos. Es muy sociable y puede convivir con otros animales. Siempre está alerta y, aunque no es muy ladrador, algunos ejemplares gustan de manifestar sus sentimientos vocalmente, aunque con una buena educación y dada su inteligencia, esto nunca será insoportable.