Estas historias de “Lucero”, sus peleas con los lobos que le dejaban mal herido, y en su día le costarían la vida, se grabaron a fuego en la mente de un chiquillo de menos de 10 años, y toda mi vida estaría marcada por la admiración a este perro grande, masivo, cabezón con cara de boxeador y buena persona.
Pasados los años, mi afición a los perros no declinó y adquirí un cruce de Boxer de nombre “Yuma”, siempre buscando la similitud con “Lucero”. Más tarde adquirí tres Akitas, dos machos, “Norton” y “Ron”, y una hembra, “Mora”, y comencé a presentarlos en exposiciones de belleza. Añadí a la colección un macho de Rottweiler de nombre “Hurko”. ¡Buff!, me emociono cuando pienso en ellos, han sido muchos años y hemos pasado mucho, toda la familia para mantener esta afición y este amor por los animales, pero faltaba algo, no conseguía aquel tipo de perro que conocí en mi infancia.
De pronto ocurrió, en una exposición internacional en Madrid lo encontré, no daba crédito a lo que estaba viendo pero sí, era él, no había la menor duda, “Lucero “estaba delante de mí 20 años más tarde: las mandíbulas poderosas, los labios colgantes de aspecto noble y altivo, se trataba de un Dogo de Burdeos había oído hablar de ellos pero nunca había visto uno en persona. Aquél era un campeón del mundo: “Basco de L’tamg de Mirloup”.
En ese momento decidimos que nos dedicaríamos de lleno a esa raza, que por alguna razón entró en mi vida de niño para quedarse. Comenzamos a trabajar: compramos una finca en Madrid donde llevamos a nuestros perros y comenzamos a preparar las instalaciones. Pasaron varios años hasta que por fin conseguimos el primer Dogo de Burdeos, “Campanilla de la Zafarnosa”, con ella logramos grandes cosas como el primer BIS en una exposición, y buscamos cruzarla con el mejor Dogo de Burdeos del mundo, claro que “Basco” ya no estaba entre nosotros, habían transcurrido muchos años desde aquella exposición, pero afortunadamente pudimos localizar a sus dueños, Paqui y Jesús del Siscar, que mantenían viva su sangre y quienes nos permitieron continuar con la cría a través de uno de sus descendientes. Lógicamente, no era “Lucero”, pero era tan parecido que tenía que tener algún parentesco con él, o por lo menos eso hemos querido pensar todos los que lo conocimos, de hecho es en Huelva donde más está proliferando la raza en los últimos años.
INFLUENCIA ESPAÑOLA EN SU ORIGEN
Pero ¿es posible que existiera el Dogo de Burdeos en la Sierra de Aracena (Huelva) en los años 70? Pues sí, según mis investigaciones sobre la raza resulta que en el siglo IV las invasiones bárbaras, en especial la de los Alanos en Galia e Hispania, contribuyeron para la creación del Dogo de Burdeos actual. Posteriormente, con el empuje de los Hunos, llegó a Europa central y a la Península Ibérica, formándose principalmente por los contrabandistas en el siglo XVIII, que lo utilizaban como perro de defensa para cruzar los pirineos. Es importante destacar en este sentido que el condado de Foix fue anexionado al Reino de Navarra, que se extendía mas allá de los Pirineos en territorio actualmente Español que limita con Castilla y cuya capital era Burgos.
De esta ciudad es originaria la célebre medalla de bronce que Edgar Farman cita en su monografía sobre el Bulldog Inglés. Esta medalla, comprada en París por un anticuario en un mercado de ocasión, representa la cabeza de un moloso con las orejas amputadas, según la costumbre de la época, y lleva la siguiente inscripción: Dogo de Burdeos -España-ANNO-MDCXXV. El nombre del artista es Cazalla. La medalla fue comprada y vendida en varias ocasiones hasta acabar en manos de un cinófilo de Amberes, que la hizo analizar por expertos que confirmaron su autenticidad. Esto significa que el Dogo de Burdeos ya existía en España en el año 1625.
Burgos era una ciudad conocida por la cría de ganado y por las peleas de toros. Algunos personajes Ingleses, como George R. Krehl, editor del Stock Keeper, un gran experto en molosos, tenían el convencimiento de que la patria de Bulldog Inglés era España y no Inglaterra. También compartían esta opinión Bill George, que en 1840 compró en España un moloso al que llamó “Billy Cabeza Grande”, y Marquandt, quien en 1848 compró también en España los perros “Bonhomme” y “Lisbon”, así como Franck Adcock, que en 1873 importó el famoso perro toro leonado y atigrado y el perro “Alfonso”, rojo con manchas blancas. Estos perros pesaban unos 50 kilos y tenían las características de los Dogos de Burdeos actuales.
Gilbert Triquet, en su tesis de medicina veterinaria de 1943 sobre el Dogo de Burdeos, cuenta que antiguamente los españoles compraban Dogos de Burdeos en dicha región y los empleaban en las corridas para citar a los toros ante las acciones de los picadores y los banderilleros. A estos perros se los denominaba perros de presa, si bien eran conocidos cono Mastines Españoles.
Un cinologo italiano, Ángelo Vecchio, en su libro Il Cani (los perros), publicado en 1904, nos presenta un testimonio de esta costumbre: “En mis viajes a España he tenido la ocasión de presenciar varias corridas de toros. En la mayor parte de ellas no eran los toreros quienes se enfrentaban a los toros, sino los Dogos de Burdeos. Al sonar la corneta se abría una puerta de hierro y el toro salía a la arena y esperaba mugiendo al enemigo. A la segunda señal chirriaba otra puerta por la que salía una jauría de Dogos de Burdeos que se abalanzaban contra el toro. Mi pluma tiembla al describir el horrible espectáculo que, durante horas, deleitaba al público. El toro, atacado por los cuatro costados, herido en todo el cuerpo y sangrando, se defendía como podía, pero finalmente herido, sangrando, debilitado, caía inanimado. Los Dogos de Burdeos habían sustituido a los toreros”.
La primera exposición francesa tuvo lugar en París en 1863. De los mil perros de diferentes razas y variedades presentados, doscientos fueron descartados. Los perros que habían superado la primera criba fueron examinados atentamente para distinguir los ejemplares de raza de los que eran el resultado de cruces. En la categoría de Perro de Utilidad fueron presentados ocho dogos, muy diferentes entre sí. El vencedor fue un perro de 70 centímetros de estatura, leonado con máscara roja, llamado “Magenta”, propiedad de Radigue. En segundo lugar quedó un Dogo Español llamado “Pataud”, propiedad de Ravaux.
Hacia 1880 se encuentra por vez primera la denominación Dogo de Burdeos acuñada por M. Fontan, un criador, para designar al perro de guarda de rostro chato, labios colgantes, carácter irascible y feroz.
El Dogo de Burdeos se distingue por su gran talla y por tener el maxilar inferior más prominente que el superior. En la exposición 1883, en Tuilleries, se consagró como ganador un Dogo de Burdeos llamado “Batallador”. Este perro, nieto del famoso luchador, el coloso “Nina”, de 76 centímetros de estatura, tenía una alzada de 67 centímetros, la cabeza enorme y presentaba la imagen exacta del Dogo de Burdeos actual.
El vencedor de la exposición de 1884 fue “Marius”, hermano de “Batallador”, un ejemplar un poco más alto de 74 centímetros, con un color de pelo parecido al del Mastín Ingles, con excepción de la máscara. Esta característica nos induce a pensar que el criador, por temor a que se redujera la talla de sus perros, había recurrido a cruces con perros de sangre inglesa. Mégnin afirma que como mínimo tres criadores conocidos de Dogos de Burdeos cruzaron sus perras con un Mastiff de gran tamaño propiedad de un artista del círculo inglés de Boston. Mégnin nos cuenta asimismo que, en épocas más antiguas, los perros con máscara negra, propiedad de Blanchet, descendían de un Mastiff, propiedad de Pony. El autor lamenta este hecho y se muestra decepcionado por la incapacidad de muchos criadores de conservar las características auténticas del Dogo de Burdeos y todavía más por la incompetencia de los jueces que con frecuencia premian perros más parecidos al Mastiff que al Dogo de Burdeos. Esto le lleva a decir que “los perros de las exposiciones son Mastiff horrorosos, que se imponen en el reino de una mediocridad presidida por la máscara negra”.
A partir de 1892 en las exposiciones de París, Ruen y Spa reaparecen los Dogos de Burdeos típicos, como “Sultano” y “Buffalo”. Ambos sin máscara, estos perros sirvieron de modelo para definir las características de la raza. Lamentablemente, los ejemplares que presentaban estas características eran escasos, destacaremos entre ellos a “Rolland”, “Othello” y a “Caporal”, que nunca participó en ninguna exposición pero se hizo famoso por su carrera de luchador y fue utilizado como semental. El color blanco en el pecho y las patas, que se encuentra hoy en día en algunos ejemplares, procede de este gladiador.