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Prurito en el perro

Prurito en el perro
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Texto: José Enrique Zaldívar (Clínica Veterinaria Colores)

La presencia de perros con prurito (picor) es muy frecuente en las clínicas veterinarias. Dado lo complicado que resulta, en ocasiones, hacer un buen diagnóstico de la causa o causas que lo provoca en vuestros perros, es necesario realizar una serie de pruebas, a veces costosas, para llevar a buen fin nuestro trabajo como clínicos. El artículo versará sobre las alergias como una de las causas que provocan con frecuencia picor en vuestros perros, y cuyo origen puede ser sumamente variado.

Hoy sabemos que muchas de las alergias que padecen nuestros pacientes son debidas a la alimentación, factores ambientales (pólenes), y a determinadas respuestas que pone en marcha el organismo frente a parásitos, hongos, y bacterias.

Las alergias o intolerancias alimentarias pueden provocar prurito. Sin embargo las reacciones adversas a la alimentación suelen coexistir con otras enfermedades cutáneas alérgicas, como dermatitis atópica y dermatitis por alergia a la picadura de pulgas. Además, las dietas deficientes en lípidos pueden exacerbar las alteraciones de la queratinización (seborrea).

La probabilidad de enfermedades cutáneas por parásitos externos está relacionada con la exposición ambiental. Por ejemplo la alergia a la picadura de la pulga es más frecuente en perros que vagan libremente o que hayan estado en perreras, y establecimientos para la higiene de los mismos.

El que el prurito en vuestro perro se presente solo en determinadas épocas del año (estacionalidad), también puede hacernos sospechar que se trata de un proceso alérgico, que seguramente podrá ser considerado como atopia.

Dada la dificultad para establecer un diagnóstico correcto y por tanto un tratamiento que controle el desagradable e intenso picor y las lesiones que se presentan, se hace necesaria la realización de una serie de estudios, especialmente cuando el prurito no cede a los tratamientos sintomáticos clásicos. Se tratará en definitiva de saber si el origen del problema está en una alergia, o se debe a otras circunstancias.

Las pruebas diagnósticas comenzarán con una serie de raspados cutáneos, que nos permitirá descartar la presencia de ácaros (parásitos) o de levaduras en la piel como causantes del problema. En ocasiones se hará necesaria la realización de una biopsia cutánea, y de cultivos de hongos y bacterias.

Si existen pústulas podemos realizar una tinción de su contenido (citología), lo que nos facilitará la identificación de bacterias, levaduras y de células inflamatorias.

En muchas ocasiones, y tras la realización de las pruebas mencionadas, los clínicos empezaremos a sospechar que la causa de los males dermatológicos y a veces digestivos de vuestros perros está en una respuesta alérgica del organismo a determinados factores ambientales o alimentarios, y será entonces cuando os propongamos la realización de lo que todos conocéis como pruebas alérgicas. Quizás antes, hayamos optado por sugeriros lo que se conoce como hacer comer a vuestro perro lo que llamamos “dietas de eliminación”. Se trata de dietas caseras o preparadas restringidas en antígenos o “hidrolizadas”, consistentes en una única fuente de proteína y una de hidratos de carbono que daremos a nuestro paciente durante 8 a 12 semanas. Es importante saber que no existe nada, en ninguna fuente de alimento, que sea “hipoalergénico”. Los alimentos se eligen, simplemente, porque el perro no ha estado previamente expuesto a ellos. Solemos utilizar pescados blancos, conejo, carne de venado, cerdo, requesón o tofú mezclado con patatas o con otras novedosas fuentes de hidratos de carbono. La carne de cordero, oveja o pollo ya no se considera tan útil porque suele utilizarse en la elaboración de los piensos secos comerciales para perros.

Las pruebas alérgicas, mencionadas anteriormente, pueden realizarse de dos maneras. Todos conocéis lo que se conoce como pruebas de intradermorreacción, consistente en inocular por vía intradérmica una batería de alérgenos y ver o leer posteriormente la respuesta local en forma de habón. La otra forma de realizar esta prueba es la serología de IgE específica de alérgeno (enzimoinmunoanálisis de adsorción) o prueba de radioalergoadsorción (RAST). Son éstas últimas las que cada día cuentan más adeptos entre los clínicos veterinarios, ya que bastará con una pequeña muestra de sangre para su realización y porque además sus prestaciones han mejorado considerablemente en los últimos años en cuanto a su fiabilidad. Esta prueba nos permitirá identificar los alérgenos alimentarios y ambientales a los que es alérgico vuestro perro, y determinar también lo que conocemos como hipersensibilidad a la picadura de la pulga, a los ácaros del polvo o alergia a determinadas levaduras. Una vez obtenidos los resultados de la prueba, podremos restringir en lo posible el contacto del perro con aquello que le provoca el problema. Es importante que sepáis que cuando hacemos los paneles de alérgenos, nos encontramos con que vuestros perros son alérgicos a varias “cosas” y no solo a una, lo que nos dificultará en ocasiones el establecimiento de un tratamiento que cure al 100 por 100 o que controle la enfermedad de forma completa. Imaginad, por poner un ejemplo, que el perro es positivo, es decir, alérgico al trigo, al maíz, a los ácaros del polvo, al caracolillo y al platanero. Se mezclan aquí alérgenos ambientales y alimentarios, junto a algo tan común en nuestras casas como el polvo que de forma inevitable está plagado de “bichos”. Será muy probable que con una modificación de la dieta podamos controlar la alergia alimentaria, pero: ¿qué haremos con el resto? Es todo un desafío, porque resulta evidente que vuestro perro tendrá que salir a pasear y será en esos paseos en donde su organismo entrará en contacto con eso que tanto le perjudica. En el mejor de los casos vamos a poder controlar solo parcialmente la alergia de vuestro perro, y además deberemos recurrir a determinados fármacos para tratar las infecciones bacterianas y por levaduras (Malassezia) que en muchas ocasiones nos complican los cuadros clínicos. Se hará en ocasiones necesario el uso de antibióticos, antifúngicos y de corticosteroides orales de acción corta. También se hará necesario el uso de la aplicación de tratamientos tópicos complementarios prolongados con champús y emolientes o lavados antipruriginosos. Si además vuestro perro tiene una dermatitis por picadura de pulga va a suponer un esfuerzo de por vida que abarca el control de las pulgas en el animal afectado y en todos los perros y gatos que están en contacto con él y también control medioambiental.

Desgraciadamente son cada día más los perros que muestran alergias alimentarias, que no es lo mismo que la intolerancia alimentaria, ya que ésta última puede ocurrir con la primera exposición a un alimento o aditivo alimentario, ya que están involucrados mecanismos no inmunológicos. Las reacciones adversas a los alimentos se pueden presentar entre los 4 meses y los 4 años de edad. Sin embargo más de un tercio de los casos puede ocurrir en perros menores de 1 año de edad. Estas reacciones adversas suelen manifestarse en forma de una dermatitis pruriginosa no estacional, acompañada ocasionalmente de signos gastrointestinales relacionados con disfunciones gástricas o de intestino delgado si bien también puede aparecer colitis. Habrá vómitos y diarrea, en ocasiones profusa y acuosa, mucoide o hemorrágica. Estas manifestaciones digestivas aparecerán en un 10 por 100 a 15 por 100 de los perros con manifestaciones cutáneas de sensibilidad alimentaria.

Las alergias ambientales pueden aparecer entre los 1 y 3 años, con un rango de 3 meses a 6 años, aunque suele ocurrir que en los tres primeros los signos son leves para exacerbarse a partir de ese momento.

Tanto las alergias alimentarias como las alergias a factores o alérgenos ambientales, como pólenes (pastos, semillas y árboles, mohos, ácaros del polvo casero, alérgenos epiteliales y otros ambientales) (atopia), se manifiestan en los perros con un prurito de intensidad variable. La distribución de las lesiones a menudo es indistinguible de la observada en otras dermatitis; con frecuencia se afectan la parte distal de las extremidades, cara, axilas, región perineal, región inguinal, región posterior y orejas. En ocasiones, en los perros con alergias alimentarias las lesiones solo aparecen en los pabellones auriculares. Es por esto que ante un perro con otitis externa bilateral pruriginosa, aun cuando esté acompañada de infecciones secundarias por bacterias o levaduras, debemos pensar en esta posibilidad. Tampoco es infrecuente encontrarnos con perros que presentan eritema con prurito y lamido de los dedos y de los espacios interdigitales. En caso de alergias ambientales también podremos encontrar lesiones en la región periocular y en el hocico, y en ocasiones, además de los síntomas apuntados, el perro puede estornudar, toser o presentar conjuntivitis recidivantes y epifora (lagrimeo excesivo).

Como veis el tener un perro con hipersensibilidad alimentaria o alérgico a elementos ambientales (atópico) es un verdadero problema, y lo es más si ambas circunstancias se dan al mismo tiempo, cosa bastante frecuente como he comentado. Al igual que la alergia alimentaria es relativamente fácil de controlar (siempre que se cumplan escrupulosamente las indicaciones del veterinario, cosa que no siempre ocurre) mediante las dietas caseras o comerciales adecuadas, la atopia es más complicada, aunque suela ser estacional. Y lo es porque resulta evidente que vuestros perros no pueden vivir metidos en una urna y deben salir a la calle, al campo o disfrutar del jardín de casa si es que lo tenéis.

Los tratamientos a los que podemos recurrir son variados, y aunque no siempre vamos a conseguir la curación total de vuestro perro, sí nos van a ayudar a darle la máxima calidad de vida posible. Tenemos un buen arsenal de medicamentos que manejaremos según el momento y la intensidad de los síntomas, como son los glucocorticoides, los antibióticos, los antifúngicos, los antihistamínicos, los inmunosupresores (ciclosporina), y la inmunoterapia (hiposensibilización), champús, ácidos grasos omega 3 y omega 6, y antidepresivos tricíclicos.

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