Se trata de la obra «De Varia Comensurancia para la Escultura y Arquitectura», escrita por Juan de Arphe y Villafañe. En sus páginas se llevan a cabo estudios detallados de las medidas y proporciones del cuerpo humano, así como de varios animales, incluyendo como aspecto innovador la descripción de los huesos y los músculos, donde podemos leer una breve descripción de un perro con la morfología típica de nuestra raza junto a una imagen ilustrativa del que el autor denomina Perro de Agua: «Es lanudo, de pelo largo y las orejas muy caídas y los pies anchos, la altura, la del podenco» (que el autor estima en tres cuartos de vara —una vara corresponde a 0,83 metros—). La descripción, pobre y superficial, va acompañada de una ilustración que le va a la par, pero no deja de ser uno de los testimonios documentables más antiguos de este tipo de perro.
De estos primeros perros lanudos, expertos en el trabajo de pastoreo y en las labores desempeñadas en el agua, obtendrían en Portugal el Cao de Agua Portugués; en Francia, el Barbet; en los Países Bajos, el Wetterhound, y en nuestro suelo, el Perro de Agua Español, destacado por muchos como el que más pureza guarda con respecto a aquellos primeros perros de agua, reflejada en su rusticidad y en la enorme funcionalidad que ha conservado.
Estas funciones han sido y son aún hoy el pastoreo, el trabajo en puertos pesqueros comerciales o el cobro de piezas acuáticas para los cazadores.
En puertos como los de Cádiz, Algeciras o Málaga, estos perros se lanzaban al agua para coger y acercar los cabos que lanzaban desde los barcos sujetas a una pequeña boya flotante que los perros recogía zambulléndose en el mar para llevarlos a los trabajadores del puerto para que así los barcos atracaran de la manera más segura posible. Cuando se modernizaron los puertos, con la llegada de los remolcadores y las nuevas técnicas de atracado, los Perros de Agua ya no fueron necesarios y desaparecieron de los puertos. Los pescadores también aprovecharon las aptitudes que ofrece la raza y era común que se contara con un Perro de Agua a bordo de los barcos pesqueros que se encargaba de recoger cabos que caían al agua, redes que se enganchaban o incluso de recuperar peces aturdidos que conseguían escapar de las redes y quedaban flotando en la superficie del mar.
En este sentido, han evolucionado dos líneas fundamentales en nuestro país, la andaluza y la cántabra. Si atendemos a las teorías más que posible que su expansión y llegada al norte peninsular se produjese gracias a las vías pecuarias durante los tiempos del Concejo de la Mesta, o bien a bordo de los barcos que cubrían la ruta Sevilla-Laredo. Si en el sur se le conocía como «turco», en el norte el nombre por el cual se aludía a este can era el de «perro de lanas».
La FCI lo incluyó en el grupo 8, correspondiente a los perros cobradores, levantadores y de agua, dentro de esta última sección, la tercera, de perros de agua.