HISTORIA MODERNA
Como hemos visto, la primera vía por la que el Lhasa salió de su país hacia el extranjero fue como obsequio diplomático para autoridades de países vecinos.
Después de esto, tenemos que esperar muchos años para ver un Apso en occidente. Es a principios del siglo pasado cuando Marjorie Wild consigue su primer Lhasa, por entonces llamado lhasa terrier. La señora Wild deja escrito que McLaren Morrison fue el importador de un macho en 1895, que sería el padre de su ejemplar. Estos primeros y tímidos contactos de Gran Bretaña con el Lhasa Apso tuvieron una irregular continuidad, sobre todo movidos por las expediciones militares inglesas destinadas en Tíbet. En 1908 fue reconocido el Lhasa Apso por el Kennel Club de Londres bajo el nombre de «Lhasa Terrier de 25 centímetros», con el objeto de distinguirlo del Lhasa Terrier de 36 centímetros. Diez años después, el panorama europeo tras la Primera Guerra Mundial estuvo a punto de acabar con la raza, algo que se pudo evitar con mucho esfuerzo de los principales valedores del Lhasa en la década de los años veinte. En 1922, el coronel Eric Baley del ejército inglés, destinado en Sikkim, un lugar de la frontera del país asiático, y sobre todo su esposa, tras quedarse prendados por la raza, comenzaron una labor de cría que, años después, a su vuelta a Inglaterra en 1928 se convirtió en la línea de la cual bebieron las principales líneas de la raza en Europa. Sólo un año después, seis de sus perros ya participaban en concursos caninos. El momento era muy dulce para el Lhasa, pero, desgraciadamente, la guerra volvió a azotar al pequeño perro tibetano. Sin embargo, su conquista de Estados Unidos, acontecida en la década de los años treinta, le dio al Lhasa el apoyo suficiente para soportar los golpes que la historia de la humanidad le daba. El matrimonio Suydam Cutting, en Nueva Jersey, recibió como regalo tres Apsos que les envió el decimotercer Dalai Lama. Este grupo, junto a nuevas adquisiciones, se convirtió en el germen de la raza en América. A partir de ellos comienza una historia repleta de éxitos, algo que se vio refrendado al otro lado del Atlántico, donde la raza se iba recuperando, como no podía ser de otra forma. Su ascensión como uno de los perros predilectos de pequeño tamaño llegó a una de sus cimas más altas en 1984, año en el que se coronó a un Apso como mejor ejemplar de la exposición de Cruft.