Según parece, la proyección que adquirió este tipo de perro en la corte china se produjo de la mano de un dalai lama llamado Lobsang Gyatso, cuya tarea de unificación en China le ocupó hasta principios del siglo XX. A este respecto, dicho dalai emprendió un viaje por este país oriental en 1908 rodeado de gran fastuosidad, en el que iba acompañado de representantes de la sociedad más distinguida del Tibet, y éstos a su vez llevaban a sus perros como regalo para la emperatriz y su corte.
A pesar de esta teoría, existe constancia de que este tipo de obsequio canino de los lamas a la corte imperial china se hizo durante siglos antes, por lo que no es de extrañar que en esas fechas ya estuviera establecido en el palacio imperial, del que no salía más que para acompañar a sus dueños.
El Shih Tzu original fue evolucionando según criterios personales del emperador, quien los consideraba en función de los treinta y dos signos de Buda: mandíbulas que recordaran las del león, color dorado, lengua ancha y larga, etcétera, por lo que se supone que en su evolución se utilizara algún perro de otro tipo, entre los que no se descarta el Pekinés.
Por su puesto, lo descrito fue el primer desarrollo racial, ya que una vez que esta raza alcanzó Occidente, aquí se vio sometida a los gustos de la época, entre los que estaba dotarle de sofisticación tal y como la entendemos nosotros.
Los verdaderos artífices de la raza según la conocemos actualmente son los estadounidenses, quienes desde la década de 1930 no han dejado de desarrollar un perro de gran belleza y carácter adorable.