Por el contrario, debido a que posee cierta capacidad para decidir qué desea hacer y cuándo, en alguna ocasión puede resultar un tanto testarudo, pero si sabemos cómo hacerlo, es decir, si no nos dejamos engatusar con sus carantoñas, movimiento de cola y mirada dulce, pronto le convenceremos de que no estamos dispuestos a malcriarlo.
El colmo de la felicidad para un Shih Tzu es permanecer al lado de su dueño en todo momento y en cualquier circunstancia; para eso él no conoce límites. Esta es la razón básica por la que tolera de buen grado las largas sesiones de acicalamiento que requiere un manto como el suyo y que exige paciencia no sólo por parte del perro sino también de su dueño. Por ello, esta raza se desaconseja para quienes no estén dispuestos a cepillarlo y bañarlo periódicamente.
Para terminar con todos los tópicos, el Shih Tzu es una raza pequeña pero no por ello pendenciera, sino todo lo contrario, le gusta convivir con otros animales sean o no de su especie. Pero insistimos en que su verdadera pasión es estar con el ser humano, característica que le hace ser muy adaptable a todos los entornos que éste le proporcionara, da igual una casa en el campo que un pequeño apartamento en el centro de una gran ciudad occidental. Sólo debemos tener una precaución en toda circunstancia, el calor intenso puede ser un gran enemigo suyo debido a su nariz chata.
Asimismo, posee una gran capacidad de aprendizaje, basada en su inteligencia y en el deseo de agradar a quien le enseña, aunque éste no sea su dueño.
Así es el Shih Tzu, esperemos que la moda potencial impida que los criadores oportunistas arruinen el temperamento de esta raza, apta para corazones sensibles y capaces de dar tanto amor como reciben.