Tiene una cabeza fuerte, adecuada a su aspecto general; la línea transversal de su coronilla, vista de frente, debe ser casi horizontal, o sea, no debe caer sobre las orejas. La línea entre los parietales, que empieza desde la caña nasal, cae sobre la nuca con una leve redondez. El área de las cejas está bien desarrollada pero sin sobresalir. El surco frontal es visible. En cuanto al stop, la depresión frontonasal es leve, pero debe ser reconocible. Tiene una nariz bien desarrollada, más ancha que redonda, con grandes orificios pero sin sobresalir.
Sus ojos son de tamaño mediano y suelen ser de color oscuro, aunque en perros de color café se permite una tonalidad más clara. Las orejas son de tamaño medio, con su borde frontal pegado a las mejillas. La cruz debe sobresalir en altura y longitud. La cola es de implantación alta. Los miembros anteriores, vistos desde cualquier ángulo, deben mantenerse rectos y perpendiculares al suelo, mientras que los miembros posteriores, en general, son anchos y redondeados.
Respecto a su carácter, el Dobermann es un perro de trabajo muy inteligente y valiente.
Su estándar lo describe como «amistoso y pacífico, muy dependiente de la familia y cariñoso con los niños». El Dobermann tiene una gran capacidad de trabajo, lo que hace que aprenda fácilmente los ejercicios; además es un perro muy fuerte y seguro de sí mismo. Se recomienda que el adiestramiento de «ejercicio controlado» se haga cuando el ejemplar haya cumplido aproximadamente los diez meses de vida. Es un perro que se adapta muy bien tanto a la vida del campo como de la ciudad, aunque necesita de espacios abiertos y mucho ejercicio.
Desde principios de siglo, el Dobermann es muy reconocido como perro de policía. Debido a sus dotes de guardián se usó como perro policía desde sus inicios y, también como guardián, en las dos guerras mundiales.
Por su desempeño en estas labores policíacas se les ha conocido como «perros de gendarme».