En 2020 vivimos una situación extraordinaria, causada por la pandemia de COVID-19, provocando consecuencias a nivel emocional. Los confinamientos locales despertaron distintos sentimientos, como la soledad, el miedo, la culpabilidad o la frustración. Estas emociones también se transmitieron a nuestros animales, con los que convivíamos de manera más cercana durante este periodo, produciéndose un efecto conocido como “espejo emocional”.
Existen múltiples estudios que demuestran cómo los animales detectan las emociones humanas y las asumen como propias. Es por esto que debemos tener la máxima estabilidad psicológica y emocional en la relación con nuestros perros y, en caso de que sea necesario, al observar una somatización en nuestros canes, dirigirnos a especialistas con formación de posgrados en veterinaria.
La influencia de las emociones en nuestros perros, ¿cómo afectan?
Las relaciones entre humanos y perros se remontan a miles de años de convivencia y, lógicamente, esto ha desarrollado una percepción y una sensibilización entre especies más allá de lo que pensamos y sentimos. En ese sentido, se han generado varios estudios, entre los que destaca el de la Universidad de Viena, que estudió la relación sobre el estrés, valorando 132 parejas de propietario-perro.
Se observó cómo los perros huelen nuestras emociones, detectando las hormonas que segregamos con el miedo o la ansiedad y hacen de espejo emocional, modificando su comportamiento. Los investigadores también llegaron a la conclusión de la intensidad del vínculo es clave en la respuesta del animal, por lo que mantener una relación más directa con nuestro perro aumenta el espejo emocional.
En la misma línea, un estudio de la Facultad de Psicología de la Universidad de Lincoln ha demostrado que los canes son capaces de interpretar varias informaciones a la vez, como la expresión facial y la entonación de la voz. Esta peculiaridad ya se había observado antes en primates, pero es la primera vez que se ha podido evidenciar como una característica intrínseca de la especie canina.
De esta manera, los resultados de esta investigación demuestran la capacidad de integración y extracción de información sensorial emocional, diferenciando actitudes positivas y negativas a través de la expresión tanto de humanos como de otros canes.
La somatización en el día a día con nuestra mascota
En nuestro día a día, experimentamos como la manera de dirigirnos a nuestros perros influye en su comportamiento. Así, utilizamos un tono de enfado observaremos que su manera de caminar se vuelve más lenta, olfateando desde lejos y manifestando una expresión de orejas caídas. Por el contrario, si al llegar a casa nuestro tono y expresión corporal es de alegría, la actitud del animal se manifiesta moviendo la cola y corriendo hacia nosotros.
Tal y como indicábamos, los perros son capaces de oler nuestras emociones. Por ello, es muy importante la comunicación emocional que tenemos con nuestro can. Cuando hay un ambiente tóxico, caracterizado por discusiones familiares o de pareja, nuestros cánidos pueden somatizar esos desequilibrios emocionales con vómitos, y en un estado de estrés constante.
En ese sentido, el comportamiento de nuestro perro nos puede servir también para descubrir nuestro propio estado emocional. Si observamos que nuestro animal está alterado, nervioso o inseguro, deberíamos plantearnos en qué estado mental nos encontramos y los sentimientos que proyectamos hacia él. Por ello, debemos trabajar en este aspecto, con el objetivo de gestionar de una manera más efectiva nuestras propias emociones y la forma en la que estas afectan a nuestra relación humano-animal.