LAS AVENTURAS Y DESVENTURAS DE «BERGANZA»
En la cervantina novela el «Coloquio de los perros», sus protagonistas de ficción son dos perros: «Cipión» y «Berganza», guardianes del Hospital de la Resurrección de Valladolid.
Ambos, durante la noche, poseían el don de la palabra, como si fuesen seres humanos. Cierta noche «Berganza» comenzó a narrar a su compañero canino las vivencias de su azarosa vida entre los mortales. Comienza el relato con su nacimiento en los corrales del antiguo Matadero de Sevilla, situado, entonces, en una zona de la ciudad que, por antigua tradición, aún se conoce popularmente como «Puerta de la carne». Su primer amo fue un sanguinario matarife, falto de escrúpulos, que le enseñó, junto a los restantes miembros de la camada, a pelear con los toros destinados al sacrificio.

Como por motivos obvios no era bien tratado por su dueño, decide abandonarlo y marcha de la ciudad al campo. Aquí es adoptado por un ganadero para la guarda y defensa de sus ovejas. Pero fue víctima inocente del injusto castigo que recibió de él, a causa de las tropelías que, a beneficio propio, cometieron sus asalariados pastores. Tras sufrir nuevas decepciones con otros amos, entabló amistad con una vieja hechicera, que creyó ver en «Berganza» la reencarnación canina de su difunto hijo. Después conoció a un acaudalado morisco y, posteriormente, a un paupérrimo poeta, al que también abandonó por las muchas necesidades y privaciones que con él tuvo que sufrir y padecer.
A partir de entonces prestó forzados servicios de actor canino en un teatro ambulante, en el que era obligado a representar un humillante papel en los escenarios donde, por exigencias del guión, recibía una sarta de palos en el colofón de cada representación. Coincidiendo con el fin del entretenido relato biográfico que «Berganza» hacía a su amigo y congénere «Cipión», las sombras de la noche se fueron desvaneciendo y llegó la dorada luz de la mañana. Fue entonces cuando su habla se trocó en bronco e nconfundible ladrido, propio de la especie a que pertenecía.
EL INDÓMITO «COLMILLO BLANCO»
En 1876 nació en San Francisco de California un niño que pasaría a la historia de la narrativa con el pseudónimo de Jack London. A la edad de 21 años marchó a tierras alasqueñas impulsado por la fiebre del oro. Allí, entre los rudos mineros y aventureros, encontró su particular filón narrativo entre los que merece destacar «La quimera del oro», «El hijo del lobo», «La llamada de lo salvaje», donde se narra la azarosa vida de «Buck», un mestizo de San Bernardo y Collie, sin olvidar a «Colmillo Blanco», que dio legendaria fama a uno de los míticos perros del Gran Norte.
Por las venas de «Colmillo Blanco» corría sangre de lobo y desde su nacimiento supo lo que era la dura lucha por la supervivencia. Él no se dejaba vencer por ningún rival de su especie; «Colmillo Blanco» no temía a nada ni a nadie, y se revelaba contra todo el que lo maltratase o humillase. Pero en cambio tuvo que soportar el castigo y las vejaciones de mucha gente de mal vivir. Su también azaroso vivir en Alaska lo llevó con gran fortuna para él a conocer finalmente a un hombre honrado, de nobles sentimientos, que supo proporcionarle el cariño y los cuidados que unos desalmados le habían negado de manera tan inmisericorde.

Arthur Conan Doyle.
EL PERRO DE BASKERVILLE
Contemporáneo de London fue Arthur Conan Doyle, médico de profesión y novelista de afición. A su pluma debemos una de las novelas de terror que más fama ha cosechado: «El perro de Baskerville». Era éste un endemoniado perro de ficción, mezcla de sabueso y mastín que, con sus aullidos, tenía atemorizados a los escasos habitantes del páramo. En esta obra, Doyle hace una exposición convencional, negativa y siniestra del que sin duda es uno de los más nobles animales de la Creación. Muy posiblemente esta obra haya contribuido en buena medida a que miles de personas de todo el mundo sientan pánico ante un perro de cierto porte. La fama que prestó en repetidas ocasiones el cine y la televisión convirtieron a «El perro de Baskerville» en uno de los canes más conocidos y renombrados de nuestro planeta. Afortunadamente, salvo contados ejemplares manipulados y mal adiestrados por unos dueños faltos de escrúpulos, nuestras queridas mascotas son la antítesis del terrible perro nacido de la fantasía creadora de Doyle.