Se trata de «Quina», una perra que estuvo más de cuatro días sin comer, sin beber y aguantando temperaturas muy bajas, junto al cuerpo muerto de su dueña, Mónica. Se trataba de una joven de veintinueve años de edad, de Badajoz, que padecía esquizofrenia.
Mónica salió a pasear con su perra un domingo de enero por la mañana, como hacía habitualmente. Sin embargo, ya nunca más regresaría. Su desaparición fue denunciada de inmediato y, tras cuatro días de búsqueda, su cadáver fue hallado en un barbecho a 150 metros de la N-V, en Badajoz. Allí, junto a su cuerpo, estaba su perrita, «Quina», que no se separó de su ama ni un solo instante, aguantando el duro frío y días sin comer ni beber. Probablemente, si el cuerpo de Mónica hubiera sido hallado días después, la perra hubiera fallecido también. Las personas que hallaron el cuerpo comentaron que el animal no dejaba que nadie se acercara al cuerpo de la víctima, pues no paraba de ladrar, temiendo que le hicieran daño. El cuerpo de la joven no tenía signos de violencia y, aunque en un principio se pensó que pudo haber sido asesinada, la autopsia reveló que su muerte se debió a una parada cardíaca.
Esta historia causo gran conmoción entre los vecinos de San Roque (Badajoz), que se solidarizaron con la familia de la víctima, ayudando en las labores de búsqueda. Pero este caso tiene dos protagonistas, Mónica y su perra, que afortunadamente no sufrió la misma suerte que su dueña. «Quina» hizo una verdadera demostración de cariño a su dueña. Cuando encontraron el cuerpo, la perra presentaba síntomas de hipotermia, ya que la temperatura climatológica había sido muy baja. Sin embargo, la perra no permitió que nadie se llevara el cuerpo hasta que un amigo de la familia, que conocía a la perra, pudo cogerla y llevársela del lugar de los hechos. «Quina» estaba dispuesta a dar su vida, ya que en ningún momento tenía intención de abandonar a su ama.
Cuando este caso saltó a la prensa, numerosas personas resaltaron la actitud de la perrita y se publicaron distintas notas de prensa y cartas al director. Una de estas notas de prensa pedía que pusieran una estatua en algún jardín de San Roque en homenaje a los valores de la perra. La reacción de los vecinos de Badajoz, resaltando la actitud de la perra, es un ejemplo de cómo los animales son capaces de sorprender a los humanos.

Una historia que hace que la famosa frase de que «el perro es el mejor amigo del hombre» cobre realidad.
Pero a pesar de todos los casos, como el de «Quina», de perros que muestran que los animales no sólo actúan por instinto sino que también tienen sentimientos, las opiniones están muy confrontadas, pues mucha gente no puede creer que los perros u otros animales tengan sentimientos, algo atribuido exclusivamente a la especie humana.
A lo largo de la historia han surgido distintas posturas sobre si los animales pueden actuar racionalmente o no. Numerosos estudiosos han afirmado que los animales carecen de inteligencia y de sentimientos, ya que esto solo es factible en el ser humano. Se suele afirmar que el comportamiento de los animales es instintivo y nunca racional.
Sin embargo, muchos amantes de los perros piensan de manera diferente y creen que los animales sí que tienen sentimientos. Por ejemplo, creen que los perros sienten tristeza cuando pasan mucho tiempo sin ver a sus amos o cuando éstos mueren; también creen que son muy inteligentes, que pueden sentir celos, odio, alegría, amor, culpa, incluso racismo. Estos sentimientos o estados se corroboran diariamente con hazañas de nuestras mascotas.
Junto con las opiniones de muchos de los propietarios de perros, están las de otros estudiosos, científicos, autoridades, etcétera, que afirman que los animales también poseen sentimientos e inteligencia, aunque en diferente grado que el hombre.
Diferentes conductas de perros hacen que el interrogante de si los animales tienen o no sentimientos, o de si son inteligentes o no, sea cada vez más difícil de responder de forma negativa. A los perros se les ha llamado en ocasiones «animales racionales» porque han desarrollado conductas que no se pueden explicar desde el punto de vista del instinto. De hecho, hay una ciencia, la Etología, que estudia los comportamientos y las conductas de los animales.
Un último estudio sobre perros afirma que los perros son capaces de reconocer el engaño, de comunicarse mediante ladridos e incluso podrían saber hasta contar. Antiguos estudios concluían que el ladrido era una forma de llamar la atención; sin embargo, estudios recientes dicen que cada perro tiene formas de ladrido diferentes con distintos significados. Por ejemplo, se dice que los perros suelen emitir ladridos agudos cuando están separados de sus dueños, y ladridos más largos y graves cuando alguien extraño se acerca a la puerta de la casa. Los perros también tienen habilidades matemáticas, ya que saben cuándo se les da menos golosinas por un trabajo hecho y también saben cuándo una pila de cosas es más grande que otra.
Por otro lado, los animales también desarrollan conductas negativas, que nada tienen que ver con los buenos sentimientos. Por ejemplo, es frecuente que las personas teman que ciertos animales les ataquen o que un perro les muerda. Pero se dice, y en muchas ocasiones está comprobado, que las conductas negativas de los perros son causadas por el propio ser humano. Por ejemplo, mantener a un perro en un espacio cerrado sin sacarlo nunca a pasear en un espacio abierto; tenerlos atados a cadenas casi todo el tiempo de sus vidas; maltratarlos; no darles ningún tipo de afecto, etcétera, puede causar que el perro sea agresivo y peligroso, llegando a ser capaz de matar a una persona.

Pero esto no pone en duda que los perros, dentro del reino animal, sean los mejores amigos del hombre (aunque también habría que preguntarse si también lo son dentro del «reino humano»). Se afirma que un perro es como a un niño al que educas, y si lo educas para que sea agresivo, lo será; al igual que si le das todo tu cariño, el perro te lo devolverá.
En definitiva, cada vez está menos claro si los animales sólo son capaces de desarrollar conductas instintivas.
Historias como la de «Quina» ponen en duda dicha cuestión porque nos hacen ver que ciertos animales, en especial los perros, llegan a ser tan fieles a sus dueños que son capaces de dar hasta su propia vida por ellos.