UN GRIFFON EN UNA BODA
En una de las salas de la Galería Nacional de Londres puede admirarse un cuadro pintado por Juan van Eyck en 1434. La pintura representa el enlace matrimonial de Giovanni Arnolfini —comerciante genovés de origen judío residente en la ciudad de Brujas— con Giovanna Cennani, hija de un acaudalado mercader de igual origen y nacionalidad. En la ceremonia, que tiene lugar en pleno día, Arnolfini coge de la mano a su esposa. De acuerdo con la costumbre judía ambos están descalzos, lo que evidencia el carácter sagrado de la boda. Del techo pende una artística lámpara gótica con una vela encendida, símbolo del ardiente fuego del amor de los contrayentes. En primer término, entre ambos, hay retratado un pequeño perrito de compañía que en este caso simboliza la fidelidad conyugal.

«Retrato de Giovanni Arnolfini y su esposa», Jan van Eyck (¿1370?-1440).
Si tenemos en cuenta el país donde fue pintado el cuadro, el perrito representado magistralmente por Van Eyck no podía ser otro que un Griffon de Bruselas. Este testimonio pictórico, joya de la pintura gótica, además de poseer un gran valor artístico es a la vez de gran valor cinológico, ya que nos informa del aspecto que tenían los perros de esta raza en el siglo XV.
UN PERRO EN UN ALTAR
El tema de la Adoración de los Magos ha sido uno de los preferidos por muchos artistas de distintas épocas. Buena muestra la tenemos en el Retablo Mayor de la Catedral de Zaragoza, magnífica talla gótica realizada entre 1467 y aquí se reproduce un esbelto Braco Alemán, que tal vez fuese traído a España por uno de los autores de este retablo, el germano Hans de Suabia. En tal caso, estamos igualmente ante una obra plástica de singular importancia no sólo ya por el intrínseco valor artístico del retablo, sino por el hecho de que tal vez sea la más antigua información que poseemos sobre la existencia en España de un ejemplar de esta raza, que el artista ha sabido reproducir en su faceta más característica: la de olfatear y rastrear la pieza.
MINIATURAS CANINAS
La miniatura tuvo su origen en la Edad Media, entre los siglos V y VI. Nació al amparo de las órdenes religiosas, cuyos monjes se dedicaron en la tranquila soledad de los claustros monacales a ilustrar biblias y libros de coro. No obstante, hubo también muchos miniaturistas seglares que cultivaron con singular maestría esta especialidad pictórica.
Era práctica habitual entre estos artistas el retratar al noble mecenas feudal de turno en algún momento de su vida cortesana. Así puede verse en la ilustración titulada «Felipe, El Bueno, recibe la Crónica de Hainout», pintada por Roger van de Weyden a mediados del siglo XV, época de mayor esplendor de la miniatura.
Dicha escena representa el momento en que Felipe de Borgoña recibe de sus vasallos el libros de las Crónicas de Hainout (población situada al sur de Bélgica fronteriza con Francia). A los pies del monarca, que aparece vestido de negro con turbante de marcado estilo flamenco, propio de la época que le tocó vivir, descansa plácidamente un galgo.
La participación del perro en el acto queda justificada por dos motivos: uno es la fidelidad de los vasallos hacia el rey, que es simbolizada por el lebrel; otro es la preferencia y especial protección que nobles y reyes dispensaron a galgos y lebreles en la Edad Media.
CANES EMBELLECEDORES
En el tercer milenio antes de Cristo, los egipcios habían alcanzado ya un alto nivel de conocimientos y perfección en el arte de la metalistería artística. Por esa fecha ya había vivido sus primeras experiencias mineras obteniendo metales en estado natural (piritas) y su posterior fundición en rudimentarios hornos.
Paralelamente a tales hallazgos, los egipcios descubrieron en el delta del Nilo la azurita y la malaquita. Estos dos óxidos de cobre, debidamente pulverizados y mezclados en una pequeña paleta de bronce, generalmente decoradas con estilizadas figuras de animales, flores de loto o palmeras, eran utilizadas por las damas egipcias como cosméticos para el embellecimiento de sus ojos.
Tal era la función de la paleta para cosméticos decoradas con perros y jirafas que data del año 2900 antes de Cristo y que se conserva en el Museo del Louvre (París).
Firmas mundialmente famosas ofrecen a la mujer una rica y variada gama de cosméticos que para sí hubiesen querido Nefertiti o Cleopatra. Pero éstas en cambio disfrutaron de artísticos y originales juegos de tocador que ya no están al alcance de ninguna dama de nuestro siglo.