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El largo viaje del Perro Pastor
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El largo viaje del Perro Pastor

Es habitual ver a los pastores con perros encargados de manejar las ovejas, pero no fue siempre así. El perro pastor es característica de Europa occidental y su aparición es tardía. Aún hoy, en amplias regiones de Asia se mueven los rebaños sin careas. Allí encontramos mastines como el Akbash o el Kangal, encargados de proteger las ovejas de osos y lobos. Una ocupación milenaria en el perro, pero nunca ayudarán al pastor a manejar su ganado. La gran variabilidad de la especie ha permitido que dos ecotipos tan dispares como careas y mastines se complementen en la labor más digna que hemos asignado al perro, la de velar por la riqueza económica de nuestro ganado. El carea, pequeño, vivaz, de tipo lupoide y el mastín, corpulento, un molosoide, forman un binomio perfecto.

En las comarcas europeas con grandes rebaños, el ovino era guiado por los mansos, a los que se les colgaba un gran cencerro. El mismo sistema empleado en España por los pastores de la Mesta. “Cuando se hacía la selección de los carneros, también se aprovechaba para hacer la de los mansos, carneros castrados que servían de guía al rebaño; resultaban imprescindibles para el manejo del rebaño, de lo cual se encargaba el compañero, también denominado el mansero”. (Manuel Rodríguez Pascual, “La trashumancia, cultura, cañadas y viajes”. 2001) El perro pastor fue extendiéndose en los últimos cinco siglos desde el norte de Europa, en Islandia (Pastor islandés,) hasta el sur de la Península Ibérica (Perro de agua andaluz variedad serrana), y hacia el este se le encuentra en Italia, Croacia, Eslovaquia, la llanura húngara y polaca, y algunas islas del Mediterráneo.

Esta es la historia de un oficio canino, conductor de rebaños, no el de la progresión colonizadora de territorios de una raza canina. El perro pastor no tiene un morfotipo definido, es sin duda el más parecido al perro primitivo antes de la diferenciación impuesta por el trabajo. En cada comarca, los pastores adoptan perros de su tierra, perros modelados por el espacio físico geográfico y el grupo humano de esa comarca. Es la comunión entre el medio físico y el oficio quien conforma dentro de la gran familia de los lupoides los diferentes careas. Cuando un perro es sometido a una presión selectiva para optimizar su rendimiento surge una agrupación étnica. Buffon consideraba que el perro pastor era el tipo más primitivo de esta especie “ya que, en todos los países habitados por hombres salvajes, o incluso semicivilizados, los perros se parecen más a este tipo de perro que a cualquier otro”. Las razas de perros pastores europeos pertenecen a grupos étnicos con notables diferencias morfológicas, pero todos son animales con un alto nivel de especialización. Un perro de pastor preciso, ágil y dócil, es una valiosa herramienta.

EL OFICIO DEL CAREA

El primer testimonio escrito de la existencia de perros dedicados al pastoreo es de finales del siglo XVI, en las islas Shetland, situadas entre Escocia y Noruega. En 1570 el médico inglés John Caius, en “De Canibus Britannicis”, obra en latín, dice del perro de las islas Shetland que “este perro no es enorme y grande porque no tiene que tratar con el lobo, pues no hay ninguno en Inglaterra. Este perro, tanto con la voz de su amo, como con los movimientos de su mano, como llamando al perro con silbidos, o ante su grito, dirige a las errantes ovejas hacia el lugar donde el pastor más desea”. Desde las Shetland el oficio de los careas se difunde por Escocia en las primeras décadas del siglo XVII. Son años de un espectacular incremento de la riqueza ovina en las granjas escocesas, motivado por la desaparición de los grandes predadores. Llegaron con los pastores de las Shetland contratados para el manejo del ganado. La Revolución Agrícola escocesa, un dramático proceso social que se produjo en el siglo XVIII, transformando el estéril suelo de pastos en tierras aptas para la siembra, supuso la expulsión de pueblos enteros de las Tierras Altas (Highlands). Miles de agricultores, arrendatarios sin propiedad sobre la tierra, fueron forzados a abandonar las granjas que habían ocupado durante generaciones. Esta migración forzosa desplazó a los rebaños de ovino y sus perros hacia el sur, distribuyéndose los careas por toda Inglaterra.

Podemos datar como la segunda mitad del siglo XVIII como la fecha de entrada de los careas en Europa continental, pues a partir de entonces encontramos referencias bibliográficas de su presencia en el norte de Francia y en los Países Bajos. Arthur Young (1741-1820), un agrónomo inglés, publica en 1792 “Travels in France”, libro en el que narra las experiencias de su viaje de tres años (de 1787 a 1789) estudiando el mundo rural galo. En la región de Orleans, en el norte central de Francia, observa el trabajo de los careas que darían un siglo más tarde origen al Pastor de Beauce y comenta: “En rebaños de cuarenta a cien cabezas los perros los conducen con tanta sagacidad que pastan en los surcos más pequeños sin tocar el grano. Cuando quiere coger una oveja para examinarla, el pastor le dice a su perro que lleve el rebaño a su lado, lo que hace dando vueltas gradualmente, hasta que el pastor ha tomado la oveja que quería tener". Este es el primer testimonio de la presencia de perros de pastoreo en Francia. En su viaje Arthur Young penetró en el Pirineo catalán, donde observa la labor de los pastores. Describe sus perros, no menciona la presencia de careas, pero sí de mastines: “Cuatro pastores y de cuatro a seis grandes perros españoles cuidan de este rebaño, estos últimos son llamados en Francia de la raza de los Pirineos; son blancos y negros, del tamaño de un lobo grande, de cabeza y cuello fuertes, armados con collares con púas de hierro, ningún lobo puede hacerles frente; pero los osos son adversarios más potentes”. En el centro y sur de Francia el perro carea comienza a popularizarse a partir de la Revolución, entorno a 1789, siendo la parcelación de las grandes propiedades rústicas arrebatadas a la nobleza lo que fomentó su empleo para desplazar los rebaños entre fincas sembradas.

SE HABLA DE CAREAS EN CASTELLANO

En España no está documentada su presencia hasta las primeras décadas del siglo XIX. No se encuentran referencia de su empleo en los libros antiguos de agricultura, como el de Gabriel Alonso de Herrera, de 1513, “Agricultura general, que trata de la labranza del campo y crianza de animales” ni en el de Fray Miguel Agustín, “Libro de los secretos de agricultura, casa de campo y pastoril” de 1617. Para Alonso de Herrera, una de las figuras más señeras de la agronomía hispana, “son muy necesarios los perros para la guarda del ganado, y aún de la casa, y aquí no es mi intención decir de los perros de caza, ni de los alanos de carniceros, salvo los mastines para el campo contra los lobos y ladrones” La obra de Herrera contiene bellas palabras sobre los mastines, pero nada menciona de los careas. La distinta evolución del paisaje rural entre España, tierra de accidentada geografía, y las grandes llanuras de Francia y Centroeuropa, puede ser la razón de nuestro retraso en aceptar el oficio de los perros careadores. La preeminencia de la Mesta, por la protección de que gozó, estableció una prioridad del merino sobre las restantes actividades agrarias. Dispuso el ganado para sus desplazamientos de una amplia red de cañadas, cordeles, veredas y coladas, de los que no gozó en Centroeuropa, donde la presión demográfica sobre la tierra obligó a la fragmentación de los campos en muy temprana fecha.

La primera referencia en castellano a los perros de pastor es de 1798, en la traducción que Francisco González, maestro de la Real Escuela de Veterinaria de Madrid, hace para la Imprenta Real de la “Instrucción para pastores y ganaderos”, obra escrita por Louis-Jean Marie Daubenton, profesor de Historia Natural en el Museo de París. Daubenton, precursor de la zootecnia y creador de la “Bergerie Royale” de Rambouillet, fue el encargado de aclimatar el primer rebaño de merinas vendidas por España a Francia, y que tanto acabaría perjudicando el monopolio de lanas hispano. Veamos el inicio del capítulo dedicado al perro de pastor, que Daubenton, desarrolla como preguntas con respuesta:

--- “¿Es necesario que el pastor tenga perros para conducir y guardar su rebaño?

--- Sería mucho mejor que no lo fuese, porque con frecuencia hacen mucho daño al ganado; pero son absolutamente precisos en las tierras sembradas y expuestas al estrago de un rebaño. Los perros sirven para carear y reunir las ovejas y carneros que se apartan del hatajo o rebaño, de modo que no pueda el pastor carearlos por estar distantes, o porque no alcance a ellos con la tierra que les tira con el callado”.

A continuación, Daubenton ofrece detalladas instrucciones sobre el método de educar a los perros, edad para escogerlos y características que debería tener un carea. Francisco González añadió al texto una “Adición” sobre la posibilidad de utilizar careas en España y el estado de estos perros en nuestro país. Esa adición, que es la primera mención de un autor español sobre perros de pastor, fue utilizada con posterioridad en diversas publicaciones. En lugar de la de González, y por intención en ampliar nuestra visión, voy a citar la que se incluye en la edición conmemorativa de la “Agricultura General” de Alonso de Herrera en 1819, publicada a cargo de la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, institución característica de la Ilustración, fundada por Carlos III en 1775. Allí leemos:

“No es posible decir más que Herrera acerca del perro mastín: en esta parte es quizá más exacto y completo que en ninguna otra de este quinto libro; así trataré solo del perro careador, llamado por los franceses y por nuestros modernos traductores perro pastor, para lo cual trascribiré lo que D. Francisco González dice de él en una de sus adiciones a su excelente traducción de Daubenton. Los perros careadores apenas son conocidos en los rebaños merinos trashumantes, porque el orden y método con que son conducidos por sus pastores, aun por entre tierras sembradas, evita que hagan daño en ellas; pero en los atajos o piaras riberiegas se encuentran los careadores en más o menos abundancia: estas piaras por lo, regular son conducidas en pastoría por entre tierras sembradas. Considerados estos perros con atención no tienen en España toda la instrucción que indica Daubenton; no obstante, hay algunos en un todo semejante, y hacen lo mismo que los de Francia si por casualidad dan con un pastor inteligente y pacienzudo que los enseñe. Generalmente sirven estos perros careadores para carear el ganado, apartarlo de los sembrados y tierras prohibidas, y dirigirlo por el camino que el pastor quiere: son más perspicaces que los mastines, y anuncian con más prontitud cualquiera invasión del lobo o zorra. Como muchas veces los ganados riberiegos forman unas piaras o atajos pequeños, tienen un perro mastín y uno o dos careadores, con los cuales cuando está el ganado encerrado en los corrales formados de teleras, de ramojo, o en los rediles, queda guardado; y el pastor va al pueblo por su hatería, y a su vuelta no encuentra en su atajo novedad alguna. El que desee instruirse acerca de enseñar un perro de estos consulte el modo de hacerlo que prescribe Daubenton en la mencionada traducción”.

LA AGRICULTURA Y LOS ILUSTRADOS

Las desamortizaciones de Mendizábal (1836 a 1837) y de Madoz (1854 a 1856) constituyeron una verdadera metamorfosis de las tierras, que pasaron de manos de la Iglesia a propiedad burguesa. Es el nacimiento de un ciudadano con sus títulos inscritos en el Registro de la Propiedad como garantía de que podrá hacer el libre uso que desee de sus tierras. Se hacía realidad lo soñado por Jovellanos: “Dígnese a derogar de un golpe las bárbaras leyes que condenan a perpetua esterilidad tantas tierras comunes; las que, prefiriendo a las ovejas a los hombres, han cuidado más de las lanas que los visten que de los granos que los alimentan”. Limitados los privilegios de la Mesta se hizo perentorio el empleo de perros que controlaran que el merino no invadiera tierras de labor.

La “Gaceta Agrícola”, del Ministerio de Fomento, en 1876 advierte de lo conveniente que sería para nuestra ganadería contar con buenos perros de pastor. Al describir una exposición de perros de ganado celebrada en Vic-Bigorre (Pirineos franceses), dice: “No creemos que haya en Francia perros mastines mejores que los de España. En cambio, aquí no se conocen los que sirven para conducir los rebaños. Maravilla lo que éstos hacen. Tienen un instinto tan perspicaz, que, entendiendo los movimientos de mano y de cabeza de los pastores, recogen las reses, las llevan por sendas estrechas sin permitir que toquen a los sembrados por entre los cuales caminan, las extienden en bandas y las precipitan o detienen en el careo. Se puede asegurar que un buen perro de esta clase equivale en su trabajo a dos pastores. Estamos persuadidos de que el servicio que prestan sería tan útil como en la nación vecina en las provincias de España, donde la propiedad está muy dividida y es difícil el pastoreo. En esta atención, sería bueno que se adquiriesen algunos de estos excelentes animales con destino a la Escuela Superior de Agricultura” Aquello no pasó de un buen propósito.

LANA ESPAÑOLA Y AVARICIA EUROPEA

En los siglos XVIII y XIX se despierta en Europa un vivo interés por obtener merinas españolas. La Revolución Industrial inglesa cambió la producción de tejidos de lana, y de los telares manuales se pasó a la creación de cientos de talares movidos por máquinas de vapor. La nueva industria textil exige cada vez más cantidad de lana de calidad y los Estados europeos vuelven sus ojos hacia la riqueza merina de España. Desde el reinado de Isabel I la Católica la salida de merinos de España estaba prohibida por ley, imponiéndose severos castigos a los que lo incumplen. La debilidad de España tras la Guerra de Sucesión despertó la avaricia europea. Entre 1715 en que el agrónomo Claes Alströmer adquiere un lote para Suecia, hasta 1795, que el Tratado de Basilea obliga a España a entregar a Francia 1.000 ovejas y 100 carneros por año, durante cinco años consecutivos, miles de ovejas merinas son sacadas de España. Son años en que varios agrónomos europeos nos visitan para estudiar el estado de nuestra cabaña merina. Entre ellos el conde Charles Philibert Lasteyrie (1759-1849), agrónomo francés, que tras visitar España en 1799 deja testimonio sorprendido de que los perros pastores aún no se hayan generalizado aquí. En “Traité sur les bêtes-à-laine d'Espagne” escribe: “La raza de perros pastores que tenemos en Francia es desconocida en España; al menos yo nunca la he visto. Los perros que aquí siguen a los rebaños son unos mastines corpulentos semejantes a los de los Pirineos y solo se utilizan para protegerse contra los ladrones y los lobos. Cuando yo contaba a los pastores el modo con que nuestros perros conducen los ganados, me decían: preferimos tomarnos esta molestia nosotros mismos; porque estamos seguros de que nuestras ovejas no serán molestadas ni mordidas”.

CAREAS EN LOS PIRINEOS

A finales del siglo XIX ya se encuentran perros de pastor trabajando con los ganados trasterminantes del sureste francés, en los Pirineos Orientales, dando origen al “chien de berger des pyrénée” seleccionado en el siglo XX, pues su primer estándar es de 1921. Los Pirineos nunca fueron una barrera infranqueable, desde la antigüedad transitado por pastores, contrabandistas y cazadores. El carea cruza a la vertiente sur de los Pirineos Catalanes en el último tercio del siglo XIX, consolidando su presencia en las primicias del siglo XX y dando origen a el Gos D'atura y los subgrupos Pastor aranés y Pastor cerdano.

Los pastores aragoneses desde finales del siglo XIX cruzan a Francia a comprar y vender ganado y sus rebaños en el estío suben a pastar a los puertos. Según investigación etnográfica de Severino Pallaruelo hasta comienzos del siglo XX no llegaron a los Pirineos aragoneses los careas, allí conocidos como “semisos” o “perros de chira”. Lo mismo opina una autoridad en la materia, Federico Fillat, quién en su tesis doctoral sobre la tradición ganadera del Alto Aragón reseña: “Se puede afirmar que el perro clásico de los ovinos trashumantes era el mastín y los perros pequeños son de reciente introducción. Los caminos del cambio parecen proceder de Francia en la mayor parte de los valles o del famosos Gos d’atura en la zona más influida por la tradición pastoril catalana”. En entrevista en del diario Alto Aragón responde Fillat a varias preguntas, dos importantes en el contexto de este artículo

--- ¿Defiende las razas autóctonas?

—Sí, esa es la idea. Pensando en la despoblación, también estaban los perros que ayudaban al control del ganado. Los hemos perdido y al final tenemos que comprar los Collies en Escocia.

--- ¿El can de chira, por ejemplo?

—Exactamente. Han tenido que pasar casi cuarenta años para que nos demos cuenta de que lo que están haciendo los escoceses con sus Collies, lo podíamos hacer nosotros con nuestras razas.

También en el primer tercio del siglo XX encontramos el perro de pastor en Vasconia, que recibe su oficio en parte del País vasco francés. Es el Euskal Artzain Txakurra en sus variedades Iletsua y Gorbeiakoa, raza que ha sido declarada en peligro de extinción por el escaso número de ejemplares que se conservan. Será en el siglo XX que el perro de pastor se extiende por España central y meridional, dando origen a razas como el Perro leonés de pastor, el Carea castellano manchego o el Perro de Agua andaluz en su variedad serrana.

Inglaterra fue pionera en las pruebas de trabajo para perros de pastoreo

EL CAREA ESPAÑOL EN PELIGRO

El futuro de nuestros careas es incierto. La colonización del campo español por el Border Collie en distintos grados de pureza, terminará barriendo a nuestros careas de sus nichos naturales de actividad y contaminando su genética. Esta raza británica lleva camino de conseguir una presencia universal, como ocurrió con el pastor alemán tras la Segunda Guerra Mundial. Cuando un carea es sustituido en su área geocultural por una raza foránea, está condenado a desaparecer. Es ingenua la pretensión de influir sobre el medio rural ganadero para que opte por razas españolas si no se ponen los medios económicos necesarios. Los pastores escogerán sus perros guiados por criterios como la facilidad de adquisición y la imitación de los perros que llevan otros pastores de su entorno. Son modelos de comportamiento grupal, una conducta natural en todos los colectivos, lo hemos visto con los perros de muestra nacionales y la presión de Setter y Pointer. Antaño el aislamiento geográfico impuesto por la dificultad de comunicaciones permitió que las agrupaciones étnicas permaneciesen estables. Hoy la globalización facilita el intercambio genético entre razas, con menoscabo de las minoritarias, lo que supone su sentencia de muerte. La salvación para los perros de pastor centroeuropeos fue su integración a finales del siglo XIX en la naciente cinofilia. Ejemplos son el Pastor alemán (1899) y el Pastor Belga (1891). La cinofilia ha cumplido la misión fijar las características raciales de los careas, unificando el tipo dentro de cada comarca. En varios países estos perros ya no conducen rebaños, pero la cinofilia ha permitido que se adapten a nuevas funciones como mascotas, magníficos compañeros y buenos guardianes del hogar o perro de utilidad en rescate, detección de drogas y salvamento. Actualmente es difícil asegurar que los careas españoles tengan futuro.

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